Si hablamos de la construcción, independientemente del tipo de obra del que se trate, prácticamente todas tienen algo en común. Y es la utilización del cemento, que es muy generalizada para la construcción y las obras de ingeniería civil. Esto se debe, principalmente, a sus grandes propiedades. De hecho, tal y como cuentan en este artículo, a día de hoy es utilizado hasta como revestimiento para las habitaciones de viviendas por su aspecto estético.
A la hora de realizar cualquier tipo de obra, es necesario contar con los mejores materiales posibles para que la construcción sea de alta calidad. En ese sentido, en nuestro almacén de obra en Granada disponemos de prácticamente todo lo que se puede necesitar para este tipo de trabajos. Pero hoy no vamos a hablar de cualquier material en concreto, hoy centraremos la mirada en el cemento. Algo que conoce todo el mundo pero sobre el que, sin embargo, no muchos saben sus orígenes.
¿Qué es el cemento?
Antes de entrar en los orígenes del cemento y quién lo inventó, debemos aclarar exactamente lo que es. En definición, se trata de un conglomerante que está formado por una mezcla de arcilla y caliza. Esta mezcla tiene la propiedad de endurecer tras entrar en contacto con el agua. También puede contar con otros agregados como la grava y la arena con el fin de conseguir una mezcla uniforme que dará como objetivo el hormigón.
Generalmente se distinguen entre dos tipos de cemento: los de origen arcilloso y los de origen puzolánico. Entre sus principales propiedades, a nivel general, nos encontramos con que se trata de un material que ofrece una buena resistencia a los químicos, a las temperaturas y su gran dureza. Los usos más comunes están relacionados con alcantarillados, como mortero, en carreteras y para prácticamente cualquier tipo de obra o construcción de ingeniería civil.
Historia del cemento
Pero la pregunta que nos ha llevado hasta aquí no es otra que: ¿quién inventó el cemento? Y lo cierto es que no hay un nombre claro. Esto se debe a que los orígenes de este material se remontan a periodos muy antiguos de la Antigua Grecia. Utilizaban tobas volcánicas de la isla de Santorini, que fueron los primeros cementos naturales sobre los que se tiene constancia.
Más tarde, en el siglo I antes de Cristo, el cemento también fue muy utilizado por el Imperio Romano. En este caso, la composición era de cenizas volcánicas obtenidas cerca del Vesubio, algo que se puede observar en la bóveda del Panteón. Mucho después, en el siglo XVIII, John Smeaton construiría un faro en el acantilado de Eddystone, en Cornualles, empleando un mortero de cal calcinada.
Y en pleno siglo XIX, Joseph Aspdin y James Parker patentaron el cemento Portland. Un tipo de cemento de color gris verdoso parecido a la piedra de Portland y que es muy utilizado en todo el mundo. Pero no es hasta 1845 cuando Isaac Johnson consigue el cemento moderno a través de una mezcla entre arcilla calcinada a alta temperatura y caliza. Posteriormente, a través de innovaciones y experimentos, se mejoraría la calidad del producto con invenciones como el horno rotatorio.